Liverpool tiene mujeres con voz nasal, jóvenes que usan mini, tacos, poleras con escote, pelo rubio o teñido, pero nunca se ponen ni chaleco ni abrigos. La ciudad tiene viento. No estilan sobriedad, ni la alcohólica ni la otra. Dicen que esto no lo ves en las ciudades aledañas. Es sólo de aquí. Los hombres hablan más enredados que las mujeres, se les entiende poco. No son tan altos como en Londres. Hombres y mujeres toman por igual ¡Ay de ti! si es que no tomas más de una pint of beer una noche, porque el paisaje es feo. Borrachos de todas las edades, mezclados, bailando, diciendo cosas más inentendibles todavía. Los vasos se caen, ellos y ellas también, que toman taxis y gritan. Y claro, no tienen frío.
Otra vez, escuchar Los Beatles en Liverpoool es mejor que en cualquier lado. Pensar en que la beatlemanía se agota, ya no está en cuestión. Es más, se acrecenta porque se vibra, porque ves los nombres de las calles inspiradoras, porque se entiende que no podrían haber salido de otra ciudad, imposible curtirse mejor luego de vivir en una ciudad así, ruda, loca, musical y abierta.